En la plaza de Santa Ana y seguido del palacio de Gastañaga, se encuentra una casona con una gran importancia para la villa de llanes en el siglo XIII al XVIII, ya que fué donde se generó su fama y el comienzo de su industria ballenera.
La casa de Ballena está en la plaza de Santa Ana y estaba en la parte exterior de los muros defensivos de la Villa de llanes, a la entrada de la puerta de San Nicolás.
Cofradía de Mareantes de San Nicolás
La fundación de la Cofradía de Mareantes de San Nicolás de Llanes, una de las más antiguas de Asturias, data de los años 1350 y 1360.
Tal era su importancia en la villa que una de las cuatro llaves de la murallas defensivas de Llanes, la situada al oriente, puerta de San Nicolás, era custodiada por el Mayordormo de la Cofradía de Mareantes de San Nicolás, antecesor del Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores Santa Ana de Llanes.
La casa de ballenas era el lugar de reunión de la importante Cofradía de Mareantes.
Historia de la pesca de la ballena en llanes
La actividad pesquera ballenera fue un pilar fundamental tanto de la villa de llanes como de los pueblos circundantes.
Con la pesca de las ballenas, su principal pesca en aquellos tiempos, llegó la riqueza a llanes, haciendo que aumentara rápidamente el número de marineros en la villa, pasando de 65 a mediados del siglo XVI a 228, a finales del mismo.
Don Juan Uría maqua deja escrito que (una nave de Llanes que comerciaba con Inglaterra, y en este puerto había un poderosísimo y prestigioso Gremio de Mareantes, a cuyas expensas se construyó la iglesia parroquial, actualmente Basílica).
En la edad media el comercio en esta zona era de gran importancia, pero la caza de la ballena era el gran talón de aquiles.
Casariego menciona como puertos balleneros de Asturias, de Este a Oeste: Llanes, Ribadesella, Lastres, Tazones, Gijón, Candás, Luanco, Avilés, Cudillero, Cadavedo, Luarca, Puerto de Vega, Tapia y Figueras de Castropol, y menciona que «los típicos puertos donde estuvo establecida una organizada industria ballenera durante siglos fueron los de Llanes, Ribadesella, Gijón, Candás, Luanco y Luarca»; e indica que «existieron grandes «casas de ballenas», con amplios edificios, en Llanes, Gijón y Luarca».
Cantar del «El Ballertero»
Voy a pescar ballenas
por anchos mares.
¡Ay, si diviso apenas
sus costillares!
Desde el siglo XIII aparece organizado el Gremio de Mareantes de la Villa de Llanes, en el siglo XIV se logró gran actividad. Estos marineros se dedicaban a la pesca y efectuaban la salazón en la Casa de Ballena, y el escabeche en una de Las Barqueras.
La tradición marinera de Llanes se remonta a tiempos muy antiguos y como tal La Virgen de Guía de Llanes vino por la mar, como tantas otras imágenes de culto marinero; como escribe Pedregal Galguera:
«La tradición es bien conocida de todos los llaniscos. La efigie que se venera en ese altozano, mirador espléndido sobre el mar, fue encontrada en este por unos pescadores y depositada en la capilla de San Antón, en las inmediaciones de la barra del puerto. Al día siguiente apareció sobre el otero, y trasladada de nuevo a San Antón, repitióse hasta tres veces el milagro de desplazamiento. Tomóse como deseo de la Virgen que allí se le erigió una capilla; de ello se encargó un fervoroso devoto.
En Ribadesella también hubo casa de ballenas, en los antiguos escritos nos dejan «En los siglos diecisiete y dieciocho nuestra flota ballenera era importantísima por su cantidad y por su calidad. La factoría, si así puede nombrarse, estaba en la punta de la playa, lugar que hasta hace muy poco denominamos El Campín, al borde del estuario del Malecón, mirando para la Villa.
Aquí era el lugar donde extraían la grasa y demás aprovechamientos de las ballenas y allí donde las aguas las cubrían tiraban los despojos.
Todavía en los años 36 se podían ver vértebras de estos mamíferos que servían de asiento. Eran grandes huesos como de sesenta centímetros de alto y otro tanto de ancho y tenían grandes aletas parecidas en todo a las hélices de los grandes barcos. Entonces la pesca era abundantísima y no debía hallarse muy lejos».
Como curiosidad, en 1620 se pagaba a la iglesia como diezmo, un ala de cada cetáceo que se pescaba.
En la primera mitad del siglo XVIII comienza la decadencia de la pesca de la ballena en la costa Asturiana, con el alejamiento de las ballenas de estas aguas.